Septiembre: volver a empezar
Siempre he tenido la sensación que el mes de Septiembre es el verdadero comienzo del año.
Las vacaciones estivales suponen, en la mayoría de los casos, el merecido descanso después de meses de trabajo, curso escolar y cuando éstas van llegando a su fin en nuestra cabeza brotan nuevos y buenos propósitos que, en teoría, estamos dispuestos a poner en práctica a partir de Septiembre.
Algo parecido a lo que sucede cuando se acerca el mes de Enero, en el que psicológicamente el comienzo de año nos incita a modificar, incluir o eliminar hábitos en nuestra vida.
Pero el mes de Septiembre es el inicio del ciclo escolar, universitario y en el ámbito laboral el momento para planificar estrategias para una campaña que culminará con las vacaciones de verano del siguiente año.
Es decir, los cambios se van a producir.
Algunos serán voluntarios y otros vendrán impuestos porque la planificación familiar gira, fundamentalmente, alrededor de los estudios de los hijos.
Cambio de colegio, el paso a un curso superior, el inicio de la etapa universitaria…
Todo ello se va a materializar en el mes que estamos a punto de comenzar.
El orden y la organización son las herramientas que os van ayudar a encajar las piezas de ese complicado puzzle que es el día a día.
Sinceramente, no creo que haya otro camino. Ir a salto de mata, improvisando a cada momento,
no nos va a permitir conseguir nuestros objetivos y, a partir de ahí, se generarán sentimientos negativos como la frustración o la baja autoestima.
En circunstancias normales, las coordenadas principales a tener en cuenta serían horarios de trabajo y horario escolar. Una vez encontrada la solución que los haga compatibles, nos plantearemos si podemos combinarlos con otras actividades sin morir en el intento.
En muchas ocasiones los niños son atiborrados a actividades extraescolares. En el caso de los adultos, muchos idealizan el tiempo que les queda libre al salir del trabajo, inscribiéndose en gimnasios o cursos que acaban dejando tirados por no haber aplicado un poco de realismo antes de apuntarse.
Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. A todos nos ha pasado. Hemos querido o creído que podíamos abarcar mucho y la realidad nos ha demostrado que no era así.
Estamos en el momento adecuado para programar todas esas actividades de forma objetiva sin dejarnos llevar por engañosos entusiasmos.
Creo que con estos consejos podríamos afrontar el nuevo curso. Sin embargo, este mes de Septiembre no se parece a otros. Los cambios a los que nos ha obligado el, desgraciadamente famoso, coronavirus hacen, aún, más difícil la tarea de cuadrar trabajo, escuela, vida familiar, vida social.
El lógico miedo y la incertidumbre que genera el intento de recuperar “la vieja normalidad” (creo que es la que todos querríamos) hace que, sobre todo los padres con hijos en edad escolar, se tengan que plantear distintos escenarios, según se desarrollen los acontecimientos, fundamentalmente por los posibles contagios en los colegios, ante los cuales las familias tendrán que responder organizándose de una manera u otra.
Desde mi punto de vista, que es el de una persona previsora (espíritu que, por supuesto no me hace infalible, pero que en la vida me ha ayudado a evitar algún que otro tropezón) creo que la mejor respuesta a esta situación tan variable e incierta es tener, no sólo un plan B, sino tener el plan C, el plan D y hasta el plan Z, por si acaso.
A día de hoy, todos estamos preocupados por cómo será este comienzo de ciclo, especialmente, por la vuelta al cole.
Saldremos adelante.
A lo largo de la historia ha habido períodos de pandemia y se superaron y con muchos menos medios de los que tenemos ahora.
La investigación científica acabará dando con la solución y mientras tanto cada uno de nosotros aportaremos ánimo y sentido de la responsabilidad.