Reparto de tareas
Allá por los años 80 se produjo en EE.UU. la plena incorporación de la mujer a la vida laboral. Lo cual trajo consigo dos consecuencias que son las que dan lugar al nacimiento de la organización profesional.
La figura del ama de casa entregada, prácticamente, las veinticuatro horas del día a las tareas del hogar, limpiando, recogiendo y ordenando lo que el resto de miembros de la familia van dejando a su paso, desaparece.
Por otro lado, el poder adquisitivo de las familias aumenta al entrar otro sueldo más, se compra con más alegría y soltura sin reparar en si es más o menos útil o necesario.
La acumulación de todo tipo de enseres en las casas y la falta de tiempo para organizarlos y ordenarlos hizo necesaria la figura de un profesional que ayudara a deshacerse de lo inútil y a darle un sitio adecuado al resto.
Además de servirme de excusa para contaros por qué y dónde surgió la organización profesional quisiera hacer un repaso de los cambios que, en lo relativo a tareas del hogar, ha traído consigo el hecho de que la mujer trabaje fuera de casa.
Para ciertas generaciones era impensable y considerado inapropiado, tanto por hombres como por mujeres, que el varón adulto o niño realizara cualquier labor doméstica. Era exclusiva responsabilidad de las mujeres de la casa.
Para bien de todos, ese patrón ha cambiado, aunque todavía el equilibrio no es total.
Digo para bien, porque el reparto de tareas en casa, implicando también a los hijos, no solo es justo sino muy beneficioso para ellos ya que les inculca cierta disciplina, les permite valorar el tiempo y esfuerzo que supone cada una de ellas y les hará más autónomos en el futuro.
El, a veces, incierto y volátil mercado laboral ha propiciado, en algunos casos, el cambio de papeles, papá se hace cargo de la casa y mamá se va a trabajar.
Lógico y normal que el que no trabaja o tiene unas condiciones más flexibles, con independencia del sexo, contribuya en mayor medida en casa.
Otra opción, que no exime de la corresponsabilidad, es contratar ayuda externa.
Alguien que resuelva la limpieza de la casa, el lavado y planchado de la ropa y/o la elaboración de los menús semanales supone un gran alivio para todos.
Establecer las prioridades y ser conscientes del tiempo que se necesita para cada una de las tareas que ha de realizar la persona contratada son claves para que la relación funcione y no haya frustración por ninguna de las dos partes.
Realizar las labores del hogar no tiene un especial atractivo salvo que el resultado hace que vivamos en una casa limpia, organizada y ordenada, que no es poco. Cobra más valor aún si todos los miembros de la familia participan en ellas y no recaen siempre sobre la misma persona.