Recién llegado
Es posible que el paso de la Navidad o más bien la visita de esos personajes mágicos que traen regalos haya supuesto en muchos hogares algunos cambios importantes.
Me refiero a que una vez terminadas las fiestas, a lo mejor, a la familia se ha incorporado un miembro más, con cuatro patas y mucho pelo.
Mi mayor deseo en estos casos es que el recién llegado sea el resultado de una decisión responsable,
conscientes de que no se trata de un juguete de usar y tirar, por tanto, que nuestro grado de compromiso le garantice una vida digna y feliz.
Cumplido ese requisito lo que está por venir es una enriquecedora experiencia de vida.
No todos los perros son iguales. Simplemente, una cuestión de tamaño puede hacer que sus necesidades o cuidados sean algo distintos.
Y, por supuesto, cada uno tiene su propia personalidad.
Un conjunto de rasgos de carácter por los cuales unos son más tranquilos o más inquietos, más tímidos o muy envalentonados, muy tragones o más exquisitos en sus gustos culinarios.
El ascendiente del perro o el tipo de raza a la que pertenezca influye bastante en su modo de ser.
Tipo de familia, tipo de vida, hábitos o nuestra edad son factores a tener en cuenta a la hora de elegir a nuestra mascota con el fin de reducir las probabilidades de fracaso y, por tanto, de infelicidad para ambos en esa convivencia.
Para los que este recién llegado por Navidad supone la primera experiencia y no encuentran por ningún lado el libro de instrucciones, voy a dejaros pautas que junto con grandes dosis de paciencia y cariño os ayudarán a encarrilar, especialmente, esta primera etapa de cachorro y que, al igual que en los niños, es la base para un buen desarrollo como perro adulto.
En la medida en la que nosotros seamos disciplinados, ellos tendrán un modelo del que aprender.
Al principio utilizaremos un empapador para que con un poco de suerte y puntería lo identifiquen con el lugar donde deben orinar y hacer sus deposiciones hasta que poco a poco, con la paciencia y disciplina de la que hablaba antes, los paseos sean el estímulo que les lleve a hacer los deberes fuera de casa.
De nuestra voz alegre y cariñosa o del tono serio y firme aprenden a distinguir cuando lo han hecho bien y cuando no.
Alzar la voz en exceso o levantar la mano no favorecerá su buena educación más bien fomentará comportamientos no deseados.
Seguir a rajatabla su calendario de vacunación y desparasitación interna y externa.
Debemos mantener la regularidad en sus horarios de comida. Cuando son cachorros comen varias veces al día, según van creciendo las tomas se reducen a una o dos diarias.
El comedero se debe retirar y fregar una vez haya comido, no debe estar puesto de forma permanente.
Sin embargo, el agua no debe faltar nunca, la iremos renovando varias veces a lo largo del día.
Unos juguetes apropiados es posible que le disuadan, en alguna medida, de mordisquear lo que no deben. En cualquier caso, en los primeros tiempos hay que estar siempre muy pendientes porque, a pesar del juguete, la tentación de hincar el diente sobre el objeto o mueble que nos sea más preciado va a rondar, en más de una ocasión, por su cabecita.
El recién llegado traerá muchos cambios, unos implican nuevas obligaciones y otros recompensas inimaginables.