Puntualidad británica

A principios del mes de Marzo publiqué en mi blog, que también es de todos los que me leéis, un post titulado “El tiempo es oro”. Mi intención era que hiciéramos una reflexión sobre nuestra forma de administrar el tiempo y la posibilidad de optimizarlo. Un análisis que nos permitiera separar el grano de la paja y repartir mejor las horas del día entre lo ineludible y lo verdaderamente lúdico.

Pero, como la vida no para de sorprendernos, y en este caso de forma muy desagradable e, incluso, para muchas personas de forma trágica, nuestras agendas se paralizaron.

Para algunos no hubo hueco para la distracción o el relajamiento porque de su ritmo de trabajo frenético dependía la vida de otros o que el resto de ciudadanos pudiéramos cubrir necesidades básicas como comer. 

Para todos ellos, siempre, nuestra gratitud.

Han pasado más de dos meses y poco a poco nuestras agendas se van recuperando, aunque con cambios, de tal manera que muchas de nuestras actividades, que hasta ahora no requerían cita previa, en estos momentos sí es necesario. Posiblemente, hasta para bajar a la playa, algo que nos parece inconcebible, pero no lo vamos a cuestionar, puesto que está en juego la salud de todos.

En estas circunstancias la puntualidad cobra más importancia que nunca.

No sé en qué consiste que unas personas sean puntuales y otras no. Cuestión de ADN, costumbre adquirida o, perdón, porque voy a ser un poco malpensada, una forma de alimentar el ego pensando que quien hace esperar a los demás es más importante que el resto.

A cualquiera le puede ocurrir que debido a un imprevisto no llegue a tiempo a una cita, pero, cuando alguien, por sistema, no llega nunca a su hora, creo que debe hacérselo mirar.

Llegar tarde a la peluquería, a una consulta médica o a una reunión de trabajo supone un perjuicio para la otra parte, ya que el resto de clientes no podrán ser atendidos a su hora por culpa de nuestro retraso o que el resto de asistentes a una reunión se vean obligados a rehacer su agenda.

A veces el hábito de la impuntualidad se debe a que no se valora correctamente el tiempo que se necesita para realizar una actividad. Si pienso, erróneamente, que dentro de una hora puedo quedar con alguien porque ya habré terminado mis tareas y en realidad lo que me traigo entre manos me va a llevar dos horas, ese error de cálculo hará que, inevitablemente, llegue tarde.

Si no rectifico y lo cometo continuamente nunca llegaré a tiempo a mis citas.

Ser puntual es una cuestión de respeto. Nadie debe pensar que su tiempo es más valioso que el de otras personas.

La sabiduría popular dice que el peor ladrón es el que te roba el tiempo, porque no lo puedes recuperar. 

Seamos honestos con nuestro tiempo y con el de los demás. 

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