Planes de verano
El fin de curso se aproxima, quedan muy poquitos días para que nuestros escolares terminen este peculiar año académico en el que, si ya de por si, es difícil para los padres conciliar, este, en concreto, en el que la asistencia a las aulas ha consistido en un sistema de alternancia, no quiero ni imaginar la de malabarismos que habrán tenido que hacer si cada estudiante de la casa tenía un turno distinto.
Al final, después de todas las dificultades, toca despedirse del cole hasta el mes de septiembre.
Ahora, entran en juego otros quebraderos de cabeza, compaginar las largas vacaciones de los niños con las cortas vacaciones de los adultos.
Cada familia lo resuelve como buenamente puede, sacando al tablero de juego todo tipo de piezas: campamentos, tenis, paddel, golf, piscina y con los socorridos abuelos para rematar la cuadratura del círculo.
Como en la vida todas las horas son lectivas, la tregua vacacional no tiene porque suponer un parón en el desarrollo intelectual del niño.
Durante este periodo las matemáticas, la gramática o las ciencias naturales pasan a un segundo plano para que otro tipo de aprendizaje cale en esa esponja ultra absorbente que es el cerebro infantil.
El tipo de vida actual, tan estructurada, ha reducido el tiempo de juego de los niños acrecentando en ellos la, ya de por si acentuada, querencia a los dispositivos digitales.
Hay que aprovechar que es verano, buen tiempo y muchas horas de luz, para que los peques salten y corran, que interactúen con otros de su edad para que desarrollen sus capacidades sociales.
Que su imaginación se desate convirtiendo el parque o la arena de la playa en un mundo mágico con seres fantásticos o que imiten el mundo adulto sin filtros, espejo perfecto para que papá y mamá se miren.
Devolverles ese tiempo de juego les hará mucho bien. En casa, por supuesto, seguir fomentando la actividad lúdica no vinculada a pantallas, pero también aprovechar el periodo de vacaciones para que vayan entrando o profundizando, según su edad, en las tareas y rutinas que hacen que una casa funcione.
Que sientan que su colaboración es importante y necesaria.
Tomar conciencia que la ropa sucia que se han quitado al llegar a casa, después de pasárselo pipa jugando en el parque, no aparece, por arte de magia, limpia y doblada en su cajón.
Que a la hora de comer, en la mesa hay platos, vasos y cubiertos que no han caído del cielo y, menos aún, andan solos para entrar de uno en uno en el lavavajillas o en el fregadero.
Que los duendes de los cuentos están muy resabiados y de las tareas domésticas no quieren saber nada.
Así que no queda más remedio que incluir en los planes de verano obligaciones y juego a partes iguales.