Más que una casa

La Semana Santa ha llegado a su término. Algunos han podido estirarla hasta convertirla en diez días de asueto. Otros se han tenido que conformar con exprimir al máximo las cuatro jornadas que van desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección.

No debemos olvidar que el descanso y disfrute de todos ellos ha sido posible gracias al trabajo de las personas que les han atendido en la aerolínea en la que han volado a su destino, al personal del hotel donde se han alojado o a los cocineros y camareros que les han servido desde una rica tapa hasta el más suculento de los manjares.

Podría seguir citando profesiones y oficios que facilitan el ocio ajeno. Las vacaciones de unos son fuente de trabajo para otros.

Vacaciones que seguramente se han pasado en un abrir y cerrar de ojos. La gran mayoría, es posible que con ciertas dosis de melancolía, ya han vuelto a la realidad de su día a día.

Vida cotidiana que tiene un campamento base, nuestra casa. Todo parte desde ahí y ahí volvemos para recogernos.

Salimos y entramos, por obligación o devoción, pero sabemos que es el punto de referencia donde nos espera nuestra cama, nuestro rincón del sofá o sillón preferido, nuestros libros, nuestra ropa o nuestra despensa.

Parte del encanto de una habitación de hotel o de un apartamento turístico reside en su provisionalidad.

Si nos plantearan quedarnos en ellos de forma permanente empezaríamos a echar de menos todo lo material e inmaterial que conforma nuestro diario. Casi con toda seguridad, estaríamos dispuestos a renunciar por volver a nuestra casa.

Si esto sucede cuando la contrapartida era un plan supuestamente idílico, el placer de llegar al hogar se multiplica exponencialmente cuando se ha tenido un mal día en el trabajo o se ha pasado por alguna situación desagradable fuera de casa.

Es, en estos casos, cuando nos damos cuenta de la protección, la sensación de seguridad y de cobijo que nos ofrece algo que, a simple vista, no parece más que unos tabiques que dividen estancias con un techo que los cubre.

Lo importante es lo que fluye dentro. Está en nuestra mano que cuatro paredes se conviertan en el mejor lugar del mundo. Hagámoslo.

Bienvenidos, de nuevo a casa, a las rutinas y al calor del hogar.

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