Lectura, libros y espacio
Con intención de fomentar el hábito de la lectura, el día 23 de Abril, como todos los años, se celebró el Día Internacional del Libro.
La fecha se eligió por coincidir la muerte de dos grandes de la literatura: Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
La lectura es, precisamente, una de mis aficiones.
Mi relación con los libros viene de lejos.
Siempre me han tirado más las letras que los números. Las Matemáticas de niña me dieron muchos disgustos, pero me reconcilié con ellas, años más tarde, cuando un buen profesor me las supo explicar bien. Todas las fórmulas que, hasta entonces, a mí me parecían producto de la ciencia infusa, se convirtieron en algo inteligible.
Para ejercer la enseñanza no sólo es necesario saber sobre una materia sino saber contarlo.
En Literatura tuve más suerte, mi predisposición era un punto a favor, pero no por ello le voy a quitar mérito a dos profesores que tuve, uno de ellos en el último curso de EGB y la profesora que impartía la asignatura a los que, entonces, éramos alumnos de BUP y COU.
¡Madre mía! Cuanto ha llovido.
Me gustaba lo que contaban y como lo contaban. Desde entonces he procurado que no me falte la compañía de un libro.
Soy más de prosa que de verso y en cuanto a época y autores no tengo especiales preferencias. Disfruto leyendo a D. Miguel (de Cervantes), a D. Mateo (Alemán), a D. Benito (Pérez Galdós), a D. Mario (Vargas Llosa) o a D. Fernando (Aramburu). Por cierto, tengo un recado para los tres últimos. A D. Benito decirle que se conmemoran los 100 años de su fallecimiento.
A D. Mario que esta noche empezaré a leer su última novela “Tiempos recios” y a D. Fernando que “Patria” ha sido uno de los libros que más he recomendado en los últimos tres años.
En una etapa de mi vida trabajé en un grupo editorial, lo cual me permitió conocer de cerca el proceso de edición de un libro, aunque yo lo tuviera que abordar desde la perspectiva menos romántica, la económico financiera.
Después de todo lo que he contado es lógico pensar que en casa hay muchos libros. Para colmo soy de las que necesitan tenerlo entre las manos, comprobar si es gordo o delgadito y, como consecuencia de haber trabajado en una editorial, no puedo evitar, en cuanto que un libro cae en mis manos, mirar en que talleres se ha realizado la impresión y la encuadernación.
De lo que, fácilmente, se puede deducir que el libro electrónico, de momento, no se ha hecho para mí. Por supuesto que reconozco sus ventajas y cada vez me encuentro con más personas que se han olvidado del papel y tiran de pantalla. A todos ellos les felicito porque, sin duda, el problema del espacio lo tienen resuelto.
En el caso de los que seguimos aferrados al libro físico, como organizadora profesional, tengo que buscar soluciones.
Al igual que hacemos con la ropa u otro tipo de elementos que atesoramos en las casas, de vez en cuando, habrá que revisar la biblioteca y descartar todos aquellos libros que ya hemos leído y probablemente no vamos a volver a leer.
Para no tener ningún tipo de remordimiento, lo mejor será intentar darles una segunda vida, donándolos.