Las vacaciones de los otros
Cada día va apretando un poquito más el calor, señal inequívoca de que el verano está a la vuelta de la esquina.
Es momento, para muchos, de planificar las vacaciones, tarea a veces complicada para hacer coincidir fechas y preferencias, en cuanto al lugar a elegir, con el resto de la familia o amigos.
Conocer otros países, recorrer la geografía nacional o simplemente descansar mecidos por aires serranos o por la brisa del mar son algunas de las opciones que, seguramente, están en la mente de muchos.
Hoy le voy a dar la vuelta al planteamiento, de ahí el título de este post.
¿Quiénes son los otros?
Que nadie se asuste porque, a mí la primera, al hablar de “los otros”, me viene a la mente la famosa película de Alejandro Amenábar protagonizada por Nicole Kidman, donde al contrario de lo que suele ocurrir en la mayoría de las películas, en este caso, eran los vivos los que despertaban los recelos y temores de “los otros”.
En este caso “los otros”, entre los que me incluyo, somos los que vivimos, durante todo el año, en zonas que son destino de vacaciones para muchos.
Sin duda, una de mis mejores decisiones en la vida fue, hace ya casi veinte años, cambiar la urbe por la costa.
Aunque mi Madrid natal siga ocupando un lugar importante en mi corazón, sobre todo por las personas que dejé allí, de las que me siento, a pesar de los kilómetros, igual de cercana y por ser el escenario de una parte importante de las páginas de ese libro abierto que es la vida.
La mayoría de las personas que por voluntad propia vivimos en localidades más pequeñas, cerca del mar o en la montaña, hemos cambiado las ventajas, que también las hay, del mundanal ruido por una vida más tranquila, donde hay menos, pero lo que hay es más accesible.
La paz y la tranquilidad de “los otros” se ve alterada por la llegada de los que, con toda razón y derecho, buscan sus dosis de antídoto contra la vida urbana.
Analizado de forma individual, no tendría mayor trascendencia, pero si elevamos esa necesidad a la enésima potencia tenemos como resultado uno de los sectores económicos motores de la economía de muchos países, entre ellos España, que es el turismo.
Por tanto, nada más lejos de mi intención, que tirar piedras contra una industria que es la llave de la despensa de montones de familias, ni cuestionar que todo el mundo tiene derecho a disfrutar de unas merecidas vacaciones donde quiera.
Entendemos que el trafico, las calles, el comercio o la restauración se saturen, es parte del juego. Lo que llevamos peor son esos comportamientos que cobijados en la idea de que en vacaciones todo vale desembocan en situaciones que dificultan la convivencia.
Fiestas en apartamentos hasta altas horas, cualquier día de la semana.
La, casi todo el año tranquila, piscina de una urbanización, se convierte durante dos o tres meses en una jaula de grillos, donde todos, grandes y pequeños, gritan como si la inmersión de parte de su cuerpo en el agua produjera sordera.
Podría describir muchas más experiencias, incluso, algunas podrían recibir la calificación de espectáculo bochornoso.
Se trata de apelar al sentido común, al respeto y consideración para que la vacaciones de unos no se acaben convirtiendo en la tortura de “los otros” y que de esa manera no lleguemos al mes de agosto pidiendo desesperadamente, al árbitro que pite el final del partido.