Las lentejas no se van de vacaciones
El verano es la época del año en la que, probablemente, los niveles de indisciplina se disparan.
Inevitablemente, el calor, las vacaciones y ese punto de desenfado que tiene el buen tiempo en contraposición al encorsetado invierno nos hace más propensos a romper con nuestros hábitos y rutinas, incluso en aquellas personas que suelen ser muy fieles a ellas.
Ese merecido descanso de la actividad escolar y laboral supone una liberación tan grande de las ataduras del día a día que resulta totalmente comprensible y saludable esa ruptura con lo cotidiano, para luego en septiembre retomarlo con más ganas.
Porque también, coincidiendo con el fin del periodo vacacional, es frecuente escuchar a muchas personas expresar su deseo de volver a lo de todos los días.
El calor es en gran parte responsable de ese cambio de hábitos.
Mientras que en invierno procuramos estar recogidos en casa por la noche, en verano es el momento de disfrutar de mejor temperatura en el exterior, por ello alargamos las tertulias o los juegos de los niños hasta altas horas sin atisbo de querer resguardarnos bajo techo.
Otro aspecto tocado por el efecto canícula es la alimentación.
Otra vez, el calor vuelve a ser responsable de que cierto tipo de platos, muy apetecibles cuando hace frío, no lo sean tanto cuando los grados en el termómetro suben.
Tampoco parece que las vacaciones sean el mejor momento para pasar horas y horas entre fogones.
Por todo ello la tendencia en esta época del año es recurrir a preparaciones más ligeras para evitar digestiones pesadas y platos que nos puedan aportar algo de frescor como el gazpacho y todos sus parientes cercanos como el salmorejo o la porra antequerana y las ensaladas.
En la mayoría de los hogares el chup chup de las ollas con potajes, fabadas o un buen guiso de lentejas se silencia hasta que bajen un poco las temperaturas.
Pero no por ello hay que renunciar a un alimento tan beneficioso como son las legumbres.
Cuidan de nuestra salud digestiva y reducen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares por ser ricas en proteínas, fibras, potasio, hierro, bajas en grasas, en sodio y por no tener colesterol.
Muy recomendables para personas con diabetes ya que su índice glucémico es bajo. También para celiacos ya que no contienen gluten en su estado natural y para las embarazadas al prevenir anomalías en el feto por su aporte de folato.
Aptas para todas las edades, nos aconsejan consumirlas, al menos dos veces en semana.
La fórmula mágica que nos permite beneficiarnos de todas sus bondades, en verano, es en forma de ensalada.
Las ensaladas, de por si, son un plato muy veraniego.
El frescor de lo verde, la facilidad y rapidez para su elaboración, las hacen idóneas para esta época del año.
Tan fácil como tomar como base de la preparación unas lentejas, judías blancas o garbanzos y añadir, por ejemplo, lechuga, tomate, cebolleta, bonito y huevo duro picado u otro tipo de ingredientes como langostinos, aguacate…
Aliñar con ese maravilloso aceite de oliva virgen que se produce en distintas partes de España, que verdaderamente podemos considerar oro líquido.
Añadir limón o alguna de las distintas variedades de vinagre que hay en el mercado y tendremos un plato muy completo a nivel nutricional, a la vez que un placer para nuestro sentido del gusto.
Otra ventaja añadida, su facilidad de transporte, puede acompañarte a la playa o de excursión a la montaña en su correspondiente tupperware.
Queda claro que las legumbres no descansan ni en verano.