La tentación vive…
Cualquier persona, aunque no sea muy aficionada al cine, es capaz de completar la palabra sustituida por los puntos suspensivos y saber que se trata de una película protagonizada por la más que famosa actriz Marilyn Monroe, dirigida por el genial Billy Wilder, con una escena mítica, que forma parte de la historia del cine, en la que la protagonista hace gala de su sensualidad ayudada por el aire procedente de las rejillas del metro de Nueva York.
En el caso de la película la tentación estaba en el piso de arriba pero, en realidad, no es mi intención tratar sobre ese tipo de tentaciones sino de otras, de otra índole, que están dentro de casa a golpe de click o fuera de casa, monedero en mano.
Por seguir en la senda de las adivinanzas os digo que el tema de hoy es tan famoso como la rubia actriz y es originario del mismo país que ella.
Dadas la fechas y con las pistas que he dado no era muy difícil adivinar que en este caso la tentación se llama “Black Friday”.
Cuanto más tiempo pasa por mí, más me aferro a eso que daríamos en llamar “lo de toda la vida”.
Probablemente me traicione el subconsciente y a lo que yo llamo “lo de toda la vida” es a las costumbres y tradiciones que forman los recuerdos de mi niñez y que no son, ni serán los que formen parte del recuerdo de los nacidos en este siglo.
Fechas como el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, vinculadas al recuerdo de los que nos dejaron, endulzado con unos buñuelos de viento o unos huesos de santo y con la representación de la obra “Don Juan Tenorio” se diluyen cediendo terreno a tradiciones importadas protagonizadas por calabazas iluminadas, disfraces de terror y la pregunta ¿truco o trato?.
La tradición estadounidense de celebrar el cuarto jueves de noviembre el Día de Acción de Gracias con una cena con el pavo como plato principal y su secuela que consiste en realizar, al día siguiente, viernes, las compras navideñas, también se ha hecho un hueco entre nosotros y, de ahí que tras una enorme pancarta en la que se puede leer “Black Friday” las ofertas tentadoras se manifiesten a todas horas, en todos los sitios.
Ante la capacidad de seducción que todos esos anunciados descuentos pueden ejercer sobre nosotros habrá que poner en marcha mecanismos de defensa, no sea que de tanto ahorrar nos vayamos a la ruina o despilfarremos en lo que no tiene cabida en nuestro estilo de vida pero que con un precio irresistible se acaba convirtiendo en objeto de deseo.
Antes de salir a comprar o de ponernos en el ordenador a llenar carros virtuales es aconsejable, para controlar el gasto, por un lado fijar un presupuesto y, por otro, hacer una lista de regalos, verdaderos deseos o necesidades en las que aprovechar dichas ofertas.
En el caso de que, por culpa de las gangas, perdamos la cabeza, una vez recuperado el sentido tenemos la posibilidad, ticket en mano, de devolver todo aquello que fue fruto de una enajenación pasajera.
Para los que no puedan aprovechar los descuentos del “Black Friday” o no quieran sucumbir a la tradición importada siempre les quedarán las rebajas de enero, “las de toda la vida”.