La fiesta de la decoración

Preludio de la Navidad es este puente que acaba de terminar. Puente de diciembre, puente de la Constitución o puente de la Inmaculada, cualquiera de los tres nombres hacen alusión a esa concatenación de días festivos con algún laborable de por medio y un fin de semana por delante o por detrás, antesala de lo que está por venir.

Este año, en concreto, hay quien apagó el ordenador o colgó el mono de trabajo o se despidió de sus compañeros tal que un viernes y no retoma su actividad hasta el jueves siguiente, con el aliciente de  una semana laboral de solo dos días.

Aunque no es así para todos.

Hay a quien le han dado el puente roto, es decir, que el laborable de por medio, ha tenido que trabajar y también, en el polo opuesto, para los que el puente de los demás ha supuesto una carga extra. El descanso de unos es un bienvenido no parar para otros.  

Este revoltijo de días festivos a principios de diciembre, pasarela que nos deja a las puertas de la Navidad, son el balón de oxígeno para resolver muchas de las tareas inherentes a dicha celebración, entre ellas, las consabidas compras o vestir la casa.

De la compras hablaremos más adelante porque hoy me voy a centrar en la tarea de colocar los adornos navideños.

Yo soy de las que tiene por costumbre aprovechar los días del puente para que, en su justa medida, el rojo, el verde y el dorado se adueñen de la casa.

Una de las tradiciones más típicas es poner el belén, no solo en los hogares, las ciudades también reservan espacios para esta bonita representación. 

Es una costumbre que inició San Francisco de Asís, allá por el año 1223, en la localidad italiana de Greccio, que llega a España de la mano de Carlos III, ya que fue rey de Nápoles antes de serlo de España.

En mis ojos de niña, los que no necesitaban gafas, están grabados los distintos nacimientos que decoraban lugares muy emblemáticos de Madrid como la Puerta de Alcalá. 

Imborrable y entrañable también el recuerdo de un belén con preciosas figuras que ocupaba una habitación en casa de mis amigas y cómplices de la infancia.

El primer árbol de Navidad en España se monta en Madrid, en el año 1870 por iniciativa de la entonces duquesa de Sesto, Sofia Troubetzkoy, hija del zar Nicolás I.

Continuando con la tradición que estos ilustres personajes nos dejaron, muchos de nosotros hemos pasado alguna que otra hora u horas de este puente, entre figuritas, ramas de abeto natural o artificial, bolas, estrellas y todo aquello digno de ser colgado en el árbol o de hacer un buen papel en nuestro belén. 

Nos quedan muchas mas cosas por hacer: compras, comidas, cenas…

A todo le llegará su turno, de momento, la casa ya está vestida para la Navidad, disfrutadla.

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