Equinoccio de otoño

La palabra equinoccio significa “noche igual”, es decir que la noche y el día se igualan en horas. Doce para cada uno, ni un minuto más ni uno menos.

A lo largo del año este fenómeno se produce en dos ocasiones.

En el otoño, de ahí el nombre “equinoccio de otoño” y en primavera “equinoccio vernal”.

En esa continua batalla protagonizada por el sol y la luna con el objetivo de reinar durante más horas, el equinoccio deja la partida en tablas.

Un empate efímero puesto que los que habitamos en el hemisferio norte, vamos perdiendo, cada día, unos tres minutos con algunos segundos de luz, mientras que en el hemisferio sur, los van ganando.

Así, hasta llegar a los famosos solsticios de invierno y de verano, en los que se impone la noche en el primero y la luz en el segundo.

El equinoccio de otoño señala el comienzo de una nueva estación.

No podían faltar para este momento de cambios en la naturaleza incluso, en nosotros mismos, rituales encaminados a prepararnos para lo venidero.

Uno de ellos es la ofrenda otoñal.

Hacer un pequeño altar con una fuente en la que se colocan frutos propios de la estación como naranjas, mandarinas o calabaza para agradecer a la Tierra por las cosechas recogidas durante las dos primeras estaciones del año y pedirle protección ante la austeridad de los meses fríos.

Como reclamo a la abundancia, otra costumbre es recoger flores y dejarlas en un recipiente con agua bajo la luz de la luna.

Un ritual muy relacionado con esa parte más intimista que tiene el otoño, frente a otras estaciones, es dar un paseo por la naturaleza para reflexionar. A ser posible al atardecer, sin música ni nada que nos distraiga del objetivo principal: viajar hacia nuestro interior.

La nueva estación nos invita no solo a mirar hacia dentro sino también a cuidar del estuche que nos recoge. Limpiar nuestra casa, prepararla para pasar más tiempo en ella protegidos de la inclemencias del tiempo.

En otras culturas, como la japonesa, durante siete días, tres antes del equinoccio hasta tres días después, celebran el Ohigan.

Ohigan significa “la otra orilla”.

Para ellos es el momento de honrar a sus antepasados. Rezar por ellos y hacerles ofrendas de flores o frutas.

Algo que en nuestra cultura tiene su equivalencia a principios del mes de noviembre.

Entre equinoccios y solsticios vamos pasando de una estación a otra y, también, va pasando la vida.

Con rituales o sin ellos, demos la bienvenida al otoño

Publicaciones Similares