En un cacharrito más pequeño
Lo guardamos en un cacharrito más pequeño” es una frase que, inevitablemente, me saca una sonrisa y que pronuncio en muchas ocasiones cuando en casa terminamos de comer.
La sonrisa me sale del alma porque era la expresión con la que mi madre, cuando recogíamos la mesa, me indicaba que aquello que había sobrado y que, lógicamente, era una cantidad menor o muy pequeña de lo que se había servido durante la comida, no se tiraba.
No sabría decir si ha sido la costumbre o la herencia genética, pero yo repito, con la sonrisa que me provoca el entrañable recuerdo, la misma cantinela.
Esos restos de comida que, en la mayoría de los hogares, quedan al terminar de comer o de cenar se les suele llamar, de forma un tanto despectiva, “sobras”.
Puede que la connotación negativa que lleva esa palabra haga mella en el subconsciente de muchos y, sin pensarlo dos veces, tiran a la basura pequeñas cantidades de alimentos, solo por el hecho de ser una pequeña porción de algo que, originalmente, era mayor.
En otros países es una costumbre generalizada, en España, sin embargo, somos reticentes a pedir en un restaurante que nos preparen un envase para poder llevar a casa un resto de paella o de cualquier otro plato que no hemos podido consumir en ese momento.
También pienso en la cantidad de comida que se desperdicia en los buffets.
Entre otros motivos por ese ansia desmedida de algunas personas que se sirven de todo lo que hay allí expuesto, sin pararse a pensar que lo que llevan en el plato supera con creces la cantidad que habitualmente consumen.
Ante lo cual solo caben dos posibilidades: la indigestión o el desperdicio.
No está la vida para tirar nada, solemos decir pero, a la hora de la verdad, si nos vamos a las estadísticas nos llevaremos una gran sorpresa.
Somos inmensamente ricos porque en los hogares españoles durante el pasado año se tiraron más de 1.300 millones de kilos de alimentos, lo cual supone una media de 31 kilos por persona.
Por muy diferentes motivos, creo que entre todos debemos contribuir a reducir esas cifras.
La organización y el orden de nuestra despensa va a ser clave en este aspecto ya que nos permiten llevar un control sobre lo que tenemos en ella, saber a qué productos debemos dar salida antes para evitar que llegue su fecha de caducidad sin haberlos consumido y hacer la compra de forma consciente y responsable.
Una pequeña cantidad de comida sobrante puede complementar el menú del día siguiente o puede ser transformada en otro tipo de preparación.
De todos es conocido que de un buen cocido sale la “ropa vieja” o unas riquísimas croquetas, de unas frutas muy maduras un vitamínico batido y que algunos matamos por el trozo de tortilla de patata que sobró el día anterior.
Así que, si os parece, lo guardamos en un cacharrito más pequeño.