El dedo verde
Hacer esta confesión tiene su mérito si se tiene en cuenta que la hago asistida por un paquete de kleenex que recogen el continuo goteo de una nariz y unos ojos, que de sobra saben, que ha llegado la época de la floración.
No todos los días son así, menos mal.
Dependiendo de los niveles de concentración de polen, y yo creo que hasta de cómo ese día están alineados los planetas, los que tenemos esa sensibilidad pasamos días mejores y otros un poco más regulares.
Nada es perfecto y aun con sus inconvenientes me reafirmo en mi primera declaración, me gusta la primavera.
Cada estación del año tiene su encanto, no digo que no, pero algunos contamos los días para que se marche el invierno, llegue el sol empujando a la luna como diciéndole “quítate tú que me pongo yo” y nos regale horas y horas de luz.
A partir de ahí, la naturaleza se revoluciona, no hay manera de pararla y nos deja su mejor versión.
La explosión de colorido acompañada por la luz del sol es, simplemente, maravillosa.
También, con independencia de que vivamos cerca del campo, del mar o en plena urbe, podemos disfrutar de la alegría de las flores y de las plantas en casa.
Además de su belleza, existen estudios que demuestran que dedicar media hora diaria al cuidado de las plantas reduce los niveles de cortisol, esa hormona que se desata cuando estamos estresados.
Incluso, se puede afirmar que los niveles de optimismo y satisfacción son mayores en personas que realizan esta actividad.
Por ello, vamos a hacer un recuento de los efectos positivos que tiene, para cualquiera de nosotros, dedicarle un poquito o un muchito de nuestro tiempo a la jardinería aunque sea a pequeña escala.
Si después de un día de tensiones y ajetreo, al llegar a casa nos ponemos manos a la obra, a regar las plantas, ver si están empezando a echar flores, a cortar los tallos o las hojas secas, apuntar en la lista de los recados que hay que comprar una maceta más grande para trasplantar en el fin de semana algún ejemplar que ha crecido mucho, sin darnos cuenta nos hemos ido relajando.
En la medida en la que vamos mejorando nuestros conocimientos en la materia nos sentimos mejor, aumenta la autoestima y tendremos la oportunidad de compartirlos con familiares o amigos que también tienen ese hobby, con lo cual favoreceremos esa faceta tan característica de los humanos, con la que podemos crecer como las plantas, que son las relaciones sociales.
Si hacemos partícipes a los peques de la casa, estaremos fomentando en ellos una afición que les puede inocular el amor por la naturaleza, sentido de la responsabilidad y en conjunto que todos, grandes y pequeños, se sientan bien en casa.
Tampoco requieren una gran inversión, el precio de una planta está en función de su tamaño, como lo que queremos es disfrutar de su evolución, la compramos en versión “mini” y con nuestras artes la convertiremos en un ejemplar tamaño XXL.
“Tener el dedo verde” es una expresión que se utiliza para aquellas personas a las que se les da bien el cuidado de las plantas.
Después de todo lo expuesto, creo que desarrollar el dedo verde nos ayudará a tener una mente clara.