Duelo
Me gustaría que, a pesar del bombardeo mediático, hiciéramos abstracción de esa costumbre importada, llamada “Halloween” y retornáramos a nuestras tradiciones para recuperar el verdadero sentido que tienen los dos primeros días del mes de noviembre en nuestra cultura.
El Día de Todos los Santos se recuerda a los seres cuyas almas ya han alcanzado la vida eterna. Mientras que el Día de los Fieles Difuntos se pide por las personas que han fallecido recientemente y que aún no han superado la fase de purificación en el Purgatorio.
Esta es la esencia, en la que podemos creer o no, de estas festividades de origen cristiano.
Lo que si es cierto es que estas celebraciones generan unos hábitos que se van perpetuando en el tiempo y, de esa manera, llegamos a lo que llamamos tradiciones, que todos aceptamos.
Sin ánimo de menospreciar la forma en que en otros países se conmemoran estos días, quiero recordar que aquí, en España nunca, hasta hace unos años, estas fechas estaban vinculadas a calabazas, personajes terroríficos o a la pregunta ¿truco o trato?
Nada que ver. Una jornada en la que el concepto de familia se refuerza manteniendo vivo el recuerdo de los que se han ido con la visita a los cementerios.
No hay costumbre o tradición que no lleve aparejada una comida o un dulce. En esta época, se me hace la boca agua con unos buñuelos de viento o unos huesos de santo.
Si me remonto a mi niñez, cuando la televisión solo tenía dos canales, toda España veía esa noche la representación de la obra de Zorrilla “Don Juan Tenorio”.
Se me nota la nostalgia. Mirar atrás es ese ejercicio que nos permite revivir y no olvidar a los que ya no están entre nosotros. O sí están, pero de otra manera.
Viven en nuestra memoria, se reflejan en nuestros actos y en nuestra forma de ser.
El duelo es un largo proceso en el que, poco a poco, conseguimos transformar el dolor en emociones más agradables y menos desgarradoras.
En ese tránsito lo material juega un papel importante. Cuando hablo de lo material me refiero a las pertenencias de ese ser querido.
Todos sus enseres evocan su recuerdo. Hasta tal punto que hay quien ve una traición o una ofensa en el hecho de retirarlos.
Si, a veces, no nos es fácil tomar decisiones sobre nuestras cosas, más difícil resulta cuando se mezclan otro tipo de sentimientos.
Conseguir que un espacio esté organizado y ordenado es la tarea fundamental que desarrollamos los organizadores profesionales.
Somos conscientes de que, en muchas ocasiones, una prenda de ropa, un pequeño objeto o todas las pertenencias de un ser querido están cargadas de emociones. Por eso la sensibilidad y la empatía siempre nos acompañan en nuestro trabajo.
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