Agenda

Es difícil, por no decir imposible, ganarle la batalla al tiempo.

Un minuto siempre serán 60 segundos, una hora 60 minutos o, lo que es lo mismo, 3.600 segundos.

Si seguimos multiplicando, comprobaremos que un día equivale a 86.400 segundos, ni uno más ni uno menos.

El tiempo es, inexorable, no hace concesiones, ni encoge, ni estira, por más que, en muchas ocasiones, todos quisiéramos que lo hiciera.

Lo sabemos pero, con frecuencia, fallamos a la hora de repartir nuestro tiempo entre las distintas actividades del día. Unas son de carácter obligatorio, otras de recreo y el imprescindible descanso.

Una de las herramientas que nos va a ayudar a gestionar mejor nuestro tiempo es la agenda.

Puede ser, la de toda la vida, escrita a mano o más acorde con los tiempos, en soporte digital o ambas porque, a veces, la tecnología nos juega malas pasadas.

Al anotar en ella las citas, las tareas pendientes y las fechas que tienen un significado especial hay menos probabilidades de que algo se nos quede por hacer, que faltemos a un compromiso o que nos olvidemos del cumpleaños de un familiar o amigo.

El cerebro trabaja de manera más relajada ya que esas anotaciones le liberan de la responsabilidad de tener que acordarse de todo, lo que, sin duda, tiene una repercusión directa en nuestro bienestar.

Para que la agenda resulte útil, es importante hacer un cálculo correcto del tiempo que necesitamos para cada actividad. Si no aplicamos realismo y sentido común no cumpliremos con las tareas. Se apoderará de nosotros la sensación de que vamos por la vida acelerados y con el agua al cuello.

En nuestra mano está que esto no se produzca. Es conveniente que asignemos a cada tarea la cantidad de tiempo que realmente necesita y, mejor aún, si le añadimos un margen por si surgen imprevistos.

De esta manera evitaremos que nuestra agenda sea un listado de imposibles a los que nunca podremos llegar.

La agenda nos ayuda a planificar, podemos visualizar en ella lo que nos espera al día siguiente o a meses vista.

Es aconsejable no solo que la revisemos día a día, sino que los domingos la abramos para ver cómo se presenta la semana. Y, de vez en cuando, recorrer por ella los meses venideros.

Por último, no os olvidéis reservar en vuestra agenda algún día, alguna hora o, aunque sea, algún minuto al “dolce far niente”.

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